miércoles, 11 de septiembre de 2019

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LA IDIOSINCRACIA DE  LOS URUGUAYOS Y DE LOS CUBANOS GUAJIROS DEL  ORIENTE.

  No hay más que el encuentro  en una parada de buses entre varios uruguayos maduros y cubanos del Oriente. Todo es muy interesante. La espontaneidad del uruguayo, su amabilidad y la necesidad, casi visceral, de conocer o averiguar todo de la vida de los otros.

  Los cubanos del oriente montañoso, tímidos, más bien permanecen callados al menos que se les pregunte directamente, de dónde son, cuándo llegaron, cuánto tiempo viven en el Uruguay- aunque hayan pasados 25 años de emigrantes al pequeño país, y cómo les ha ido en la vida, sobre todo económicamente.

  No  niego que haya cubanos que se interesan en un uruguayo a ver  si le consiguen laburo, vivienda o cómo vivir del cuento, como decimos en Cuba. Casi todos proceden de las provincias occidentales y son más abiertos, interesados y cuando menos lo esperas se auto invitan a alguna casa de algún uruguayo de buen corazón.

  El otro día en una parada de Bus había mucha gente, sobre todo uruguayos mayores y solo dos cubanos de Oriente, callados y tímidos.

  -Pues, la finada de mi hermana, que Dios la conserve en la Gloria, tuvo 8 hijos y como tres maridos. ¿Y saben cómo terminó? Sola y viviendo con otra hermana con una mísera pensión y siempre con la ayuda del BPS.
     
   -Pues eso no es nada. Mi esposo trabajó de carpintero toda la vida y así se hizo viejo. Menos mal que le dio tiempo a fabricarse su propio ataúd. Y yo quede viuda, pero aun joven. Me junté con un negro de Gana que era buen amante pero al final se escapó con todos mis ahorros y mis pocas joyas, menos mal que yo tenía buena pensión para sobrevivir.

  Interviene un Señor en la conversa.

  -Mi hija más pequeña es bailarina profesional y se la pasa viajando por el mundo. De vez en cuando me envía una postal de Budapest, Milán o Moscú. Ella sí sabe disfrutar de la vida. Ahora me quiere llevar a Israel, a los santos lugares, pero yo me siento muy viejo para tomar un avión en un vuelo de como 25 horas. No lo resistiría.  Me quedo en Montevideo que es el lugar más bello del mundo.

  Otra anciana intervino:

  -Yo vivía en Tacuarembó en una linda chacra. Cultivábamos legumbres y criábamos ovejas y vacas sin ningún lujo ni juguetes. Ahora mis nietos, tengo como 17, solo quieren Play Station y el último modelo de celulares. No es justo. Mi madre me corregía con una chancleta y me hacía hacer todo tipo de costuras con solo hilos, agujas y buenos paños. Ahora todo viene de China, barato y de mala calidad. Estos chicos de hoy no conocen de sacrificios.

  Y los dos cubanos orientales en silencio, escuchando atentamente y con simpatía a los maduros.

  -¿Y ustedes, se ve que no son de aquí, digo del Uruguay?

  -No, somos cubanos.

  -¡Cubanos! Qué felicidad, con las bellas playas que tienen y sol todo el año. Además, es un pueblo alegre y tranquilo, ninguna manifestación ni huelgas, como sí las hay aquí en el Uruguay.

  -Pero vivimos en una dictadura, sin libertad de prensa ni de expresión ni economía de mercado como ustedes. Hay hambre, el pan escasea, el aceite y la carne de vaca hace años que no la degustamos-dijo el cubano más joven.

  -Pero qué importa si hay hambre, nosotros podemos pasarnos días comiendo acelga, remolacha o tartas de espinacas. Verdad amigos. Hay tanta inseguridad que preferimos el comunismo con hambre pero tranquilos.

  -Es que hay algo que ustedes dan por sentado desde que nacieron-dijo el otro cubano- la libertad. Esa es un afán de todo país y que nosotros no tenemos desde hace 60 años…

  -¡TANTO!-respondieron al unísono.

  -Sí. Y ya estamos hartos.

  -Y ¿Por qué no luchan o pelean como en otros países?- preguntaron.

  -Porque somos unos cobardes y tememos que enfrentar a los militares y al gobierno  que no pasan las necesidades del pueblo.

  -Pobres. Por eso huyen por la selva brasileña hacia nuestro país que es abierto… Por cierto, en Montevideo hay cubanos que se han tomado las pensiones donde mal viven y forman tremendas fiestas y no buscan trabajo- dijo una mujer.

  -Esos no son verdaderos cubanos que buscan libertad en otro país sino gozadores y agentes soplones del gobierno cubano para dar una falsa imagen del cubano emigrante. Tienen más Sandunga- agregó otra vez el cubano más joven.

  -¿Y ustedes, qué eran en Cuba y si ya consiguieron laburo en Uruguay?

  -Yo soy médico obstetra y mi compañero ingeniero en minas. Ya conseguimos trabajo en un restaurante, de mozos o limpiando baños. Pagamos derechos de piso como ustedes dicen.

  -¡Ayy…! Qué barbaridad, un obstetra y un ingeniero limpiando baños…

  -Y Vosotros, tranquilos con sus precarias pensiones y soñando con playas exóticas y mucho sol. Preferimos, por ahora, una sociedad democrática como la de ustedes.

  Los hombres y mujeres hicieron silencio. No sabían el país libre, mal o bien, en que les tocó vivir. Los cubanos debemos empezar de cero pero ahora con esperanzas y sí con “un futuro luminoso” en otro país.            

   Se acercó una mujer de como cincuenta años con los ojos muy abiertos y brillantes y les preguntó en voz baja a los dos cubanos:

   -¿Y qué quiere decir que los hombres cubanos tienen una gran  “Sandunga?


                         Orlando Vicente Álvarez

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