Platón, el conocimiento como reminiscencia
Hay algo de increíble, casi de
mágico, cada vez que uno verifica que la matemática coincide con la
realidad. A veces son experiencias muy sencillas: restás el dinero que
gastaste en la verdulería al que tenías cuando saliste de tu casa y,
cuando contás los billetes, te coincide con lo que calculaste. A veces
son cálculos complejísimos, como los que pueden depositar suavemente una
nave en Marte. Pero siempre hay algo de increíble. Porque la matemática
parece una construcción de nuestra mente. ¿Por qué la realidad debería
obedecer a nuestras construcciones mentales?
Pero
¿acaso no salen de la realidad las ideas de la matemática? Bueno, sí y
no. Vemos líneas en la realidad, pero ninguna es como la definimos en
matemática porque ninguna en la realidad tiene sólo una dimensión. Por
más finita que sea, siempre va a tener dos (en realidad tres)
dimensiones. Habrá círculos más o menos perfectos en la realidad, pero
en ninguno todos los puntos equidistan perfectamente del centro. Las
cosas del mundo son imperfectas, nuestras nociones matemáticas,
perfectas.
¿De dónde salen esas ideas? se pregunta Platón. No pueden venir de la
realidad, pero tampoco pueden ser creadas por nuestra mente. Porque
nuestra mente solamente combina cosas que ya conoció. Podés inventar el
verde si nunca lo viste, combinando mentalmente el amarillo y azul, que
sí viste. Pero la combinación de cosas imperfectas, nunca va a resultar
en una perfecta.
Cuando
vemos un círculo imperfecto –repasa Platón– viene a nuestra mente la
idea perfecta de círculo, que es parecida, pero no igual. Eso de que
aparezca en nuestra mente algo parecido pero no igual a lo que estamos
percibiendo –sigue Platón– se parece mucho a lo que hacemos cuando
recordamos: cuando veo una cara parecida a la de mi prima, me acuerdo de
ella. Pero me acuerdo de ella porque alguna vez la conocí directamente.
Así, cuando vemos un círculo imperfecto y pensamos un círculo perfecto
estamos recordando esa idea perfecta que ya estaba en nosotros. Pero si
la recordamos, tenemos que haberla conocido antes. Entonces, en algún
momento, antes de esta vida –porque en esta no pasa– tenemos que haber
conocido esas ideas perfectas. Alguna vez hemos habitado en un mundo en
el que existió el círculo perfecto, la línea perfecta, etc.
Bueno,
puede ser que la respuesta de Platón no te cierre, pero te desafío a
proponer una mejor: ¿cómo llegan a nuestras mentes esas ideas perfectas
que tenemos? Tal vez así entendamos un poco más el milagro de la
matemática.
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